Trayecto
Un autobús repleto de gente, en su mayoría personas mayores y jubilados buscando una actividad social que rellene su tiempo libre en las zonas céntricas de la ciudad. Distraido, un chico observa el autobús y a sus pasajeros. Se percata de que es con seguridad el más joven del bus. Él no se siente ya tan joven aunque un nuevo proyecto le ha renovado la energía (“la juventud es una cuestión mental”). Reconducir su vida es su objetivo; si bien esta no ha sido tan mala, apunta a mediocre y aburrida.
El autobús sigue su ruta, hay gente que baja, gente que se sube y gente que no parece tener un destino. Nuestro protagonista tiene una meta, motivación, punk rock en sus auriculares y ningún plan para llegar a ello (“No hay nada más juvenil”).
Se sienta al fondo del autobús, ya que se ha vaciado bastante en las últimas paradas, se reclina y juega con el móvil. El trayecto es largo y se aburre. Debería estudiar, tiene examen, pero está cansado e incluso empieza a sentir sueño.
En una parada se monta una chica que le llama la atención, no solo por ser la única coetánea del bus, sino por serle tremendamente atractiva. Sin poder resaltar un aspecto concreto, pero formando un conjunto de rasgos frágiles, bellos y sensibles. El chico la mira de soslayo, no quiere que le sorprenda mirándola, puede ofenderse. Sin embargo, la chica se percata y lejos de lo que pudiera desear el chico, retira la mirada avergonzada y baja en la siguiente parada. Lamentándose, el chico baja la mirada y vuelve al móvil (“otra vez será”).
Las paradas se suceden, su parada es la última de la línea y le da tiempo a reflexionar. Consulta su cuenta del banco (“en negativo”), sus redes sociales y mira por la ventana el paisaje urbano que le rodea. El viaje se hace eterno, tiene prisa por llegar y el sueño está empezando a hacer mella en él. No deja de pensar en la chica de rasgos bonitos aunque con resentimiento hacia su propia actitud.
Al fin llega al destino; en el bus solo quedaban él y el conductor, esa parada estaba poco concurrida pero era su destino, tenía una cita allí. El chico se siente pesado, el sueño se ha apoderado de él y en ese momento solo piensa en dormir. Llega al edificio con gesto tranquilo, aunque cansado. Dentro, en una habitación poco iluminada vislumbra un diván. Podría descansar allí mientras llegaba su cita. Cuando se tumbó se dio cuenta del sitio tan extraño en el que estaba; había decorados florales y una gran pantalla en la pared en la que se veía a gente con porte solemne, totalmente de negro (“¿una película dramática de media tarde?”. Los actores le sonaban y parecían mirar a cámara. No le prestó mucha atención, él solo quería dormir, así que desvió la mirada hacia arriba, cerró los ojos y descansó pensando en su largo trayecto en bus.
El autobús sigue su ruta, hay gente que baja, gente que se sube y gente que no parece tener un destino. Nuestro protagonista tiene una meta, motivación, punk rock en sus auriculares y ningún plan para llegar a ello (“No hay nada más juvenil”).
Se sienta al fondo del autobús, ya que se ha vaciado bastante en las últimas paradas, se reclina y juega con el móvil. El trayecto es largo y se aburre. Debería estudiar, tiene examen, pero está cansado e incluso empieza a sentir sueño.
En una parada se monta una chica que le llama la atención, no solo por ser la única coetánea del bus, sino por serle tremendamente atractiva. Sin poder resaltar un aspecto concreto, pero formando un conjunto de rasgos frágiles, bellos y sensibles. El chico la mira de soslayo, no quiere que le sorprenda mirándola, puede ofenderse. Sin embargo, la chica se percata y lejos de lo que pudiera desear el chico, retira la mirada avergonzada y baja en la siguiente parada. Lamentándose, el chico baja la mirada y vuelve al móvil (“otra vez será”).
Las paradas se suceden, su parada es la última de la línea y le da tiempo a reflexionar. Consulta su cuenta del banco (“en negativo”), sus redes sociales y mira por la ventana el paisaje urbano que le rodea. El viaje se hace eterno, tiene prisa por llegar y el sueño está empezando a hacer mella en él. No deja de pensar en la chica de rasgos bonitos aunque con resentimiento hacia su propia actitud.
Al fin llega al destino; en el bus solo quedaban él y el conductor, esa parada estaba poco concurrida pero era su destino, tenía una cita allí. El chico se siente pesado, el sueño se ha apoderado de él y en ese momento solo piensa en dormir. Llega al edificio con gesto tranquilo, aunque cansado. Dentro, en una habitación poco iluminada vislumbra un diván. Podría descansar allí mientras llegaba su cita. Cuando se tumbó se dio cuenta del sitio tan extraño en el que estaba; había decorados florales y una gran pantalla en la pared en la que se veía a gente con porte solemne, totalmente de negro (“¿una película dramática de media tarde?”. Los actores le sonaban y parecían mirar a cámara. No le prestó mucha atención, él solo quería dormir, así que desvió la mirada hacia arriba, cerró los ojos y descansó pensando en su largo trayecto en bus.
Comentarios
Publicar un comentario